Contexto social de «Criadero de curas»: los seminarios en el siglo XIX

La última década del siglo XIX, un seminario y Ávila son el escenario donde tienen lugar los hechos de Criadero de Curas.

Los seminarios conciliares de la época (pieza de indudable significado en la obra, ya que su aura complementa la crueldad y el desamparo que recibe Manolito en manos de los curas) eran destino obligado para todo aquel que quisiera tener una educación. Con ellos, la Iglesia mantenía bajo estricto control la formación de las nuevas generaciones y una importante fuente de ingresos.

La precariedad de los seminarios queda plasmada no solo en las novelas como la de Alejandro Sawa, sino también en los informes delos propios religiosos, cuyas valoraciones concluían que la situación de estos, en cuanto a instituciones educadoras, era desoladora. En un informe que envió a Roma en 1891-92, Mons. Vico, de la nunciatura de Madrid, describe como malos o regulares tirando a malos a treinta y seis seminarios de la Península.

También, Mons. Cretoni, nuncio de Madrid, escribiría en 1895:

«La decadencia de la cultura literaria y científica del clero español es un hecho innegable… Únase a todo esto la mala organización de los seminarios en cuanto a la disciplina, el poco cuidado que se tiene de la parte moral, la proveniencia de los jóvenes, quedando hoy restringidas las vocaciones a las clases inferiores, y se comprenderá cómo la educación del clero deja, bajo todos los aspectos, mucho que desear».

Y, aun, otro consultor de la misma congragación decía:

«Creo que no puede dudarse que el seminario está en mal estado, y este mal estado, aunque en todas las partes no sea igualmente grave, puede decirse que es común a todos, aunque con desigual gravedad… mi sentencia es que la principal y común causa de la ruina de los seminarios es la penuria de dirigentes que necesitan cada uno de ellos, para enseñar y educar a los jóvenes que los frecuentan. No faltan jóvenes y hasta egregios; no falta un «ratio» disciplinar (aunque ésta opino que no es igual en todos), pero faltan rectores, padres espirituales y profesores que se dediquen a su oficio y, alejados de otros menesteres, no descuiden el que les corresponde… De ordinario, éstos (rectores, padres espirituales, prefectos y profesores) ignoran que sea una casa de educación, sobre todo, eclesiástica, en lo que se refiere a las cosas espirituales y al régimen de conciencias, a la disciplina exterior, a la entera dirección del seminario y al oficio de enseñar…»

Del seminario de Málaga donde Alejandro Sawa estudió, y el que probablemente inspiraría aquel descrito en el libro, decía D. Manuel González García al tomar posesión de la diócesis en 1920:

…estrechas estancias, pisos eleva­dos, patios sombríos, paredes y suelos siempre mojados de humedad y jamás vi­sitados por el sol, clases iluminadas con luz artificial en pleno día…, el constante y ensordecedor ruido produci­do por el martillo de varios marmolis­tas y zapateros establecidos en la ca­lle a que da la fachada principal, la bullanguera música de todos los piani­llos callejeros que nunca faltan con su obligado cortejo de cantores y bailado­res improvisados, el griterío…

 Para cerrar este apartado, añadimos una cita de Bécquer de 1864 acerca de otra pieza del contexto de Criadero de Curas, que era Ávila:

«Casi perdida entre la niebla del crepúsculo y encerrada dentro de sus dentellados murallones, la antigua ciudad, patria de Santa Teresa, Ávila, la de las calles oscuras, estrechas y torcidas, la de los balcones con guardapolvo, las esquinas con retablos y los aleros salientes. Allí está la población, hoy como en el siglo XVI, silenciosa y estancada» .